EL hombre sufre porque está dormido, y está dormido porque no se da cuenta de que es su mente el motor que genera las angustias.
Si estás en tu habitación profundamente dormido, y en tu vecindario se están asesinando o están incendiándose las casas, para ti no sucede nada porque las cosas existen en la medida en que existen en tu mente. Si te están difamando y calumniando por detrás pero tú no te enteras de nada, para ti no pasa nada, es igual que si estuvieran elogiándote. El día que mueras te pueden descuartizar o ultrajar, a ti no te importa nada ya que, al cesar de funcionar tu mente, para ti no existe nada. Para el muerto todo está muerto.
Las cosas existen tanto en cuanto existen en la mente. Si nosotros tuviéramos tal poder sobre nuestra mente que pudiéramos quitar o poner los pensamientos a voluntad, no habría más disgustos en nuestra vida. Somos nosotros los que creamos los disgustos.
Supongamos que hace tres meses, ciertas circunstancias hicieron que tu prestigio rodara por los suelos.
Esa historia desdichada es un hecho consumado que quedó anclado allí, en el tiempo y en el espacio. Si tú lo eliminaras de tu mente, si lo relegaras a la región del olvido, te sentirías como si nada hubiese sucedido, como si nunca hubiera sucedido esa historia. Pero eres tú quien ahora comienza a recordar aquella pesadilla, quien comienza a revivir en la mente aquel negro episodio como si las cosas estuvieran sucediendo ahora mismo, y te enciendes en furia, rabia, tristeza, vergüenza… como quien está metido en un círculo de fuego.
Y es ahora, atención, cuando un hecho pasado se transforma en un disgusto. Pero eres tú, despierta, sólo tú quien está haciendo de un hecho pasado un disgusto presente.
El disgusto es, pues, un producto de tu mente. Hay que despertar de esta terrible noche. La causa general del sufrimiento humano es producto de la mente. Por hablar de manera gráfica y aproximativa, yo diría que el ochenta o noventa por ciento del sufrimiento es materia subjetiva. Podríamos decir que el nuevo nombre de "infierno" es "mente", porque no debemos olvidar que "infierno" significa "sin salida", y donde no hay salida hay encierro, y donde hay encierro hay angustia.
Es la mente la que aprieta y asfixia entre sus muros circulares al pobre hombre hasta que se siente ahogado, sin salida posible. O, mejor, es la mente la que se siente encerrada es sí misma. No hay peor prisión ni más dura esclavitud que una mente ocupada por sus propias obsesiones. Pero esta noticia en lugar de ser amarga, es una buena noticia porque así como nuestra mente engendra la angustia, también puede engendrar la libertad. Todo está en nuestras manos: el bien y el mal. El problema es uno: despertar. Sufres porque estás dormido, dormido en la noche de tu soledad. Tus miedos son fantasías sin base ni fundamento. Sufres porque no te das cuenta de que son sombras imaginarias. Si yo te dijera: "sube a esa montaña a medianoche" antes de cinco minutos de ascensión ya habría visto enemigos por todas partes. Cada rama agitada por el viento, es un ladrón escondido, aquella vaca es un bandido al acecho, el rumor del viento presagia la presencia de brujas…
La oscuridad engendra el miedo y el miedo engendra fantasmas. Si te digo al mediodía: "sube a esa misma montaña", la ascensión te resultará un paseo delicioso, y veras que el viento era viento, y la vaca era vaca… Y así, ahora descubres que los fantasmas de la noche no eran sino producto de tu mente. De la misma manera, si tú estás dormido, es decir, encerrado en la oscuridad de tu mente, al sentirte solitario y desvalido, vas a sentir una sensación oscura de miedo, y el miedo te va a hacer ver fantasmas por todas partes.
"Éste ya no me quiere", "aquél está contra de mí", "este proyecto va al fracaso", "aquel grupo ya no confía en mí", "estos otros están tramando desplazarme del cargo", "éste me está traicionando", "aquélla ya no me visita como antes, ¿qué le habrán contado?", "el hermano no llega, seguramente habrá tenido algún accidente" … Todo es pura fantasía,
estás dormido, no hay nada de eso, o muy poco. Despierta, toma conciencia de que es tu mente, encerrada en tu noche, la que engendra esas sombras. Despierta.
De pronto, te sientes atenazado por el terror, pero no te das cuenta de que tan solo se trata de una manía persecutoria que inventa sombras alucinantes. Estás dormido. Más tarde, peripecias insignificantes de tu vida las estás revistiendo con ropajes de tragedia. Estás dormido, y estar dormido significa proyectar mundos subjetivos, exagerar perfiles negativos, andar fuera de la realidad, sacar las cosas de su correcta dimensión. La mayor parte de las inseguridades, aprensiones espantos son, por lo general, hijos de una mente obsesiva.
Es necesario despertar, y sólo con despertar te ahorrarás grandes cantidades de sufrimiento. Despertar equivale a darte a ti mismo un toque de atención, caer en la cuenta de que estabas torturándote con pesadillas, que estabas exagerando la peligrosidad de tal situación, que lo que tanto te espantaban eran puras suposiciones de tu cabeza. Tus aprensiones eran pesadillas y tus temores quimeras. Saber que los sueños, sueños son; saber distinguir la fantasía de la objetividad, la ilusión de la realidad; saber que todo pasa y nada queda; saber que las penas suceden a las alegrías y, las alegrías a las penas, y que aquí abajo no hay ningún absoluto. Despertar, en suma, es darte cuenta de que estabas durmiendo.
El Arte de Ser Feliz
Ignacio Larrañaga
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