De nuevo te pido, Dios mío: barre y borra las señales, las cicatrices que dejaron en mí los quebrantos y las culpas. Despierta en mí todas las arpas de la alegría. Pulsa las cuerdas del gozo en mis entrañas más íntima para que los huesos humillados levanten cabeza para entonar el himno de la alegría; y para que mi alma, que fue abatida por la tristeza y la vergüenza, ahora, al ser visitada por tu misericordia, pueda beber el agua fresca de la alegría.
31 de octubre
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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