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Foto del escritorTOV-Costa Rica

Solitariedad - Sube conmigo



La tentación del hombre —hoy más que nunca— es la superficialidad, es decir, el vivir en la superficie de sí mismo. En lugar de enfrentarse con su propio misterio, muchos prefieren cerrar los ojos, apretar el paso, escaparse de sí mismos, y buscar el refugio en personas, instituciones o diversiones.

En lugar de hablar de soledad, podríamos hablar de interioridad. Y aquí repetimos lo que dijimos al principio: cuanto más interioridad (soledad), más persona. Cuanto más exterioridad menos persona. Llaman personalización al hecho de ser uno mismo, alguien diferenciado.

Y el proceso de personalización pasa por entre los dos meridianos de la persona: soledad y relación. Pero será difícil relacionarse profunda y verdaderamente, con los demás, si no se comienza por un enfrentamiento con su propio misterio, en un cuadrante inclinado hacia el interior de sí mismo.

Nunca fueron tan vigorosos, como hoy, los tres enemigos de la interioridad: la distracción, la diversión y la dispersión. La producción industrial, la pirotecnia de la televisión, el vértigo de la velocidad . . . son un permanente atentado contra la interioridad.

Es más agradable, y sobre todo, más fácil, la dispersión que la concentración. Y ¡ he ahí al hombre, en alas de la dispersión, eterno fugitivo de sí mismo, buscando cualquier refugio, con tal de escaparse de su propio misterio y problema!

Los fugitivos nunca aman, no pueden amar porque siempre se buscan a sí mismos; y si buscan a los de- más no es para amarlos sino para encontrar un refugio en ellos. El fugitivo es individualista. Es superficial. ¿Qué riqueza puede tener y compartir? La riqueza está siempre en las profundidades. 

Existe tan poco amor porque se vive en la superficie, igual en la fraternidad que en el matrimonio. La medida de la entrada en nuestro propio misterio será la medida de nuestra apertura a los hermanos.

Nuestra crisis profunda es la crisis de la evasión. Escapados de nosotros mismos, vivimos escapados, también, de los hermanos. Es preciso que el hermano comience por ser persona, es decir, comience por enfrentar y aceptar su propio misterio.  

Ignacio Larrañaga - Sube conmigo. 

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