Señor, mi Dios, yo te bendigo y te alabo porque en tu santa y dulcísima voluntad has permitido que las sombras del crepúsculo desmayasen el colorido de mi juventud; porque quisiste que yo fuese, no un astro ni siquiera un cáliz brillante y hermoso sino un grano de arena, simple e insignificante, en la inmensa playa de la humanidad.
3 de marzo
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
Comments