Este tipo no me gusta; el instinto me impulsa a separarme de él. Este otro mantiene respecto de mí no sé qué reticencia o ceño fruncido; mi reacción espontánea es responderle con la misma actitud. Sé que aquel otro habló mal de mí, y desde este momento no puedo evitar mirarlo como mi enemigo. Será necesario imponer las convicciones de fe sobre las reacciones espontáneas: el Padre de ese «tipo» es mi Padre. Debe acogerlo y aceptarlo como a hijo de «mi Padre».
30 de noviembre
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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