Sábado de la II Semana de Navidad
Seguimos el esquema de la Pequeña Pedagogía.
Hago un Silenciamiento mental
Reconozco la presencia del Espíritu Divino.
Descanso mi vida en su Espíritu.
Lo invoco con la Canción del Espíritu (Senda 12)
Palabra
Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 12-16
Sucedió que, estando Jesús en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús, cayendo sobre su rostro, le suplicó diciendo:
«Señor, si quieres, puedes limpiarme».
Y extendiendo la mano, lo tocó diciendo:
«Quiero, queda limpio».
Y enseguida la lepra se le quitó.
Y él le ordenó no comunicarlo a nadie; y le dijo:
«Ve, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación según mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírlo y a que los curara de su enfermedades.
Él, por su parte, solía retirarse a despoblado y se entregaba a la oración.
Leer el texto nuevamente, varias veces, marcar los sentimientos, emociones, pasiones, miedos, dudas, certezas…
Autocrítica
Este momento lo voy a realizar siguiendo el esquema del Evangelio que se medita, con una autocrítica acompañada de Oración visual y con gran ayuda de nuestra imaginación.
Identifica ¿cuáles es la lepra que ataca tu vida?
Presentate a Jesús con una pequeña oración mental. Imagínalo frente a Vos, míralo a los ojos, confía en su amor, su misericordia, su poder. Siente a Cristo Jesús junto a Vos, con vos, en vos.
Adora a Jesús con todo tu corazón, sin melosidades, sin exageraciones mentales, sin miedos a su divinidad, adóralo, ámalo. Si hay palabras bien, si hay silencio también. Reconoce su realeza.
Súplica a Jesús en estos tres pasos: reconoce su divinidad ("Señor"), evoca su voluntad ("si quieres"), petición de sanación ("puedes limpiarme"). Siéntete cómo el leproso más indigno frente a Jesús pero también siéntete como un hijo amado del Padre, un predilecto, un humilde…
Deja que Jesús extienda su mano, te toque mientras te dice: "quiero, queda limpio". Vive el momento. Siente la fuerza sanadora de Cristo Jesús.
Toma de decisiones
Seguimos el orden de la lectura y asumimos sus valores.
Escribe todas las impresiones del ejercicio anterior. Todos los detalles. Desde los más insignificantes hasta los más emotivos. Deja registro de todo en tu cuaderno espiritual.
Realiza una oración de acción de gracias por el momento vivido, por la experiencia y por dejar a Cristo Jesús manifestar su misericordia en tu vida. La lepra puede ser mental, emotiva, psicológica, física, social, una persona, una sociedad, una enemistad, una persona concreta….
Da testimonio de lo vivido, en un momento concreto, cuando sea el momento, para ello comienza a vivir como un cristiano comprometido. Recuerda las 14 obras de misericordia, comienza a ser agradecido por ahí. Recuerda que la ofrenda que se daba en el templo de Jerusalén era proporcional a los recursos económicos del fiel: una paloma para los pobres, un cordero para los más ricos y un buey los poderosos. A Dios siempre lo mejor. Ofrece aquello que está en tus manos hacer y dar a Dios.
Comienza a imitar a Jesús: retirarte al despoblado a la oración personal, directa, sencilla, emotiva con su Abbá.
Estipula un tiempo mínimo de media hora diario, en soledad, siguiendo el método de la Pequeña Pedagogía o el método de la Lectio Divina.
Recuerda que Jesús ora en la soledad, en lugares apartados, especialmente de noche o de madrugada. Tu montaña o tu desierto puede ser tu cuarto.
Oración TOV
Encuentro 7
TU ROSTRO BUSCO, SEÑOR
Deja por un momento tus preocupaciones habituales, hombre insignificante; entra por un instante dentro de ti mismo, alejándote del tumulto de tus pensamientos confusos y las preocupaciones inquietantes que te oprimen. Descansa en Dios por un momento, descansa sólo un instante en Él.
Entra en lo más profundo de tu alma; aleja de ti todo, excepto a Dios y lo que te pueda ayudar a encontrarlo. Cierra la puerta de tu habitación, y búscalo en el silencio. Di a Dios con todas tus fuerzas, díselo al Señor: «Busco tu rostro. Tu rostro busco, Señor»
Y ahora, Señor y Dios mío, enséñame cómo y en dónde tengo que buscarte, en dónde y cómo te alcanzaré.
Si no estás en mí, Señor, si estás ausente, ¿en dónde te encontraré? Si estas en todas partes, ¿por qué no te haces aquí presente? Es cierto que habitas en una luz inaccesible, pero ¿quién me guiará y me introducirá en esa luz para que en ella te contemple? ¿En qué huellas, en qué signos te reconoceré? Nunca te vi, Señor y Dios mío, no conozco tu rostro.
Señor, Tú eres mi Dios. Tú eres mi Señor, pero no te conozco. Tú me creaste y me redimiste. Tú me diste cuanto tengo, pero aún no te conozco. Fui creado para verte, y aún no pude alcanzar el fin para el que fui creado. Y Tú, Señor, ¿hasta cuándo nos olvidarás, hasta cuándo esconderás tu rostro? ¿Cuándo mirarás hacia nosotros? ¿Cuándo nos escucharás? ¿Cuándo iluminarás nuestros ojos y nos mostrarás tu rostro? ¿Cuándo responderás a nuestros deseos?
Señor, escúchanos, ilumínanos, revélate a nosotros. Atiende a nuestros deseos, y seremos felices. Sin ti, todo es fastidio y tristeza. Compadécete de nuestros trabajos y de los esfuerzos que hacemos para llegar a Ti, ya que sin Ti nada podemos.
Enséñame a buscarte, muéstrame tu rostro, porque si Tú no me lo enseñas no te podré encontrar. Te buscaré deseándote, te desearé buscándote. Amándote te encontraré. Encontrándote, te amaré. Amén.
Canto TOV
Cantoral Senda
42 Dime Señor
(Meditativo)
DIME SEÑOR, COMO ENCONTRARTE,
YA NO SÉ DÓNDE BUSCAR.
No me busques en el lujo y la ostentación.
Busca a un pobre, busca a un pobre
y allí, en el pobre estoy.
DIME SEÑOR…
No me busques en quien vive sin ilusión.
Busca a un niño, busca a un niño
y allí, en el niño estoy.
DIME SEÑOR…
No me busques porque nunca me encontrarás
si no vives, si no vives
pendiente de los demás.
DIME SEÑOR…
He descubierto donde encontrarte,
gracias, gracias por todo,
mil gracias te doy, oh Señor.
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