Señor, tú que sientes ternura por las luciérnagas y los ciclámenes, pon tu mano consoladora sobre mi alma turbada. Estoy surcando mares procelosos, he luchado cuerpo a cuerpo con las tormentas, y estoy herido. Padre mío, haz sonar en mis oídos aquella antigua canción de amor, y mis mundos se apaciguarán; y tu reino de alegría avanzará por el mundo como una nave veloz.
14 de junio
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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