Ilusiones, apasionamientos, ansiedades, fantasías, miedos, proyectos, todo es arrastrado inexorablemente al océano de la inexistencia. ¿Para qué sufrir? Nada queda vibrando, todo es sepultado en el templo del silencio igual que los ríos son sepultados en el mar. La transitoriedad impone su ley sobro todo lo que comienza. ¿Para qué soltar anclas sobro fondos vacíos? Deja que los fenómenos nazcan, brillen y desaparezcan como luciérnagas.
25 de setiembre
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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