Para entrar en el Reino el hombre tiene que comenzar por derribar golpe a golpe la estatua de sí mismo, renunciar a los propios delirios y fantasías, desnudarse de vestiduras artificiales y arrancarse las máscaras postizas, aceptar con naturalidad la propia contingencia y precariedad, y presentarse ante Dios como un niño, como un pobre y un indigente.
12 de marzo
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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