Padre mío, estoy debatiéndome a solas con mi sombra, las heridas están abiertas y necesito el bálsamo de la consolación. Se que no puedo llegar al alba sino por el sendero de la noche. Dame la mano para la travesía, envíame un fuerte viento de popa, de nuevo levaré anclas, soltaré las amarras y partiré hacia alta mar. Señor, en este día estoy triste, tengo miedo y ganas de llorar, me siento solo y algunas heridas están en el aire. Necesito urgentemente tu bálsamo de consolación Padre mío, están llegando para mí días de tempestad, necesito que me tiendas la mano, apriétame fuertemente y no dejes de cantarme una canción de cuna todas las noches. Amén.
Padre Ignacio Larrañaga, fundador de Talleres de Oración y Vida.

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