No hay distancia que puedan separarme de ti. No hay oscuridad que te oculte. No eres, sin embargo, ningún detective que vigile mis pasos, sino el Padre tierno que cuida las andanzas de sus hijos. Y, cuando tengo la sensación de ser un niño perdido en el páramo. Tú me gritas con el profeta: «Aquí estoy, contigo estoy, no tengas miedo». Me envuelves con tus brazos, porque eres poder y cariño, porque eres mi Dios y mi Padre, y en la palma de tu mano derecha llevas escrito mi nombre, en señal de predilección. Adondequiera que yo vaya, estás conmigo.
8 de marzo
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
Commenti