Jesús se detuvo un momento para respirar, pues él mismo estaba emocionado por la narración. Con inmensa simpatía reflejada en sus ojos, fue mirando detenidamente a cada uno de sus oyentes, y levantando sus brazos y su mirada hacia lo alto, exclamó:
— ¡Bienaventurados todos los pobres del mundo, porque de vosotros es el Reino de Dios! Ya que vosotros carecéis de todo, Dios mismo será su Todo. Vosotros no tenéis libertad, porque estáis en la cárcel; estáis muertos de hambre y frío, a la intemperie, porque carecéis de pan y de techo; no tenéis prestigio, porque estáis difamados...; en suma, no tenéis nada, pero ¿tenéis a Dios? ¡Lo tenéis todo! ¡Bienaventurados!, porque quien a Dios tiene, nada le falta. Dios mismo será el huerto vuestro, el calor de fogón, la vestidura de su gloria, la ternura maternal, la fiesta perpetua. Seréis los verdaderos ricos en el Reino de mi Padre.
¡Bienaventurados vosotros, los pobres —continuó—, que abristeis las jaulas y liberastéis las fieras del corazón! En verdad os digo que la paz será una sombra azul que cubrirá vuestros sueños y vuestros desvelos, y nunca los lobos rondarán vuestra noche: os acostaréis sosegados, dormiréis sin sobresaltos, despertareis venturosos. Seréis como los navegantes que cada día descubren un nuevo país. La vida vuestra no será una residencia distante de otra residencia, como sucede entre los ricos, porque vuestra propia pobreza os aproximará a otros pobres, y un arroyo de calor enlazará a todos los pobres del mundo.
¡Bienaventurados vosotros, los pobres —agregó Jesús—, porque en vuestra desnudez oiréis las divinas palabras que la tierra susurra al espacio, y el murmullo de las ramas en la arboleda: es imposible escuchar la canción de la tierra en el rumor de los palacios. Mi Padre os enviará cada mañana a sus ángeles para escardar vuestro huerto de toda mala hierba de rencor o resentimiento, que os podría robar la única riqueza que vosotros poseéis: la paz. Os aseguro que en las puertas del paraíso he mandado poner un rótulo que dice: Los que pretendan entrar aquí dejen afuera sus riquezas, aquí sólo entran los que nada tienen. Por eso el funeral de un pobre es una fiesta de bodas entre los ángeles de mi Padre.
—Maestro, nuestro interés está aquí abajo —le interrumpió bruscamente la voz ronca de un hombre llamado Judas, apoyado en un añoso y retorcido olivo—. Nos interesa la tierra. ¿Qué nos dices de los ricos? Ellos banquetean, engordan con el sudor de los pobres, y cuando mueren los sepultan con honores. ¡Ése es el verdadero paraíso!
— ¡Desdichados de vosotros, los ricos —respondió Jesús—, que os parecéis a los ceñudos ancianos que se pasan la vida mesándose la barba y pensando sólo en sí mismos! Os aseguro que en nada os diferenciáis vosotros de esos mulos que eternamente giran y giran en torno a la noria de sus tesoros. ¿Cabe mayor desgracia? Su cerebro es un puñado de barro y su corazón una onza de oro. Es inútil enfrentar a los vientos con la frente ceñida de laurel; rodarán las coronas y el viento pondrá al descubierto la desnudez de sus cabezas. No tendrán paz en su corazón mientras haya tesoros en sus cofres, porque donde está tu tesoro allá está tu corazón.
¡Desdichados de vosotros, los ricos —continuó—, que sois como los sordos que tan sólo oyen sus propias palabras, las voces del metal! Dios naufragará en el mar de sus riquezas, se fundirá con ellas, y, a final, sus riquezas serán para vosotros el único Dios. ¿Visteis alguna vez que un camello pase por el orificio de una aguja? Imposible, ¿verdad? Pues en verdad os digo, que es más difícil que un rico entre en el Reino de Dios. Las piedras con las que están construidas las casas de los ricos se desplomaran para aplastar a sus amos, y su vida será como el crepitar de la llama que devora la hojarasca. Sus propias riquezas les cantarán la canción final, amarga y monótona, con voces cascadas y aflautadas. No importa cuánto tiempo resistan los tiranos; al final, todos caerán.
El pobre de Nazaret.
Capítulo V: El Pobre entre en los pobres.
Comments