A Dios mismo lo tenían controlado, apresado, aprisionado entre las cadenas del preceptos y leyes inventadas por ellos mismos, con sus prohibiciones y sistemas jurídicos. A Dios mismo lo administraban a su gusto, medida y conveniencia. Llegó la hora de organizar una cruzada para liberar a Dios de la estructura de los opresores.
15 de junio
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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