La gran masa del sufrimiento humano es producto subjetivo porque emana de la mente. Y, a su vez la mente es como un mar profundo lleno de precipicios, como una marea alta bajo la luna llena.
La mayoría de nuestros temores, sobresaltos y ansiedades provienen de los fondos oscuros del alma humana. La mente es capaz de dar a luz fantasmas alucinantes que luego torturan el corazón humano.
El hombre se siente de pronto amenazado por el terror pero no se da cuenta de que tan solo se trata de una subjetiva manía persecutoria, producto de la mente. El hombre debe darse cuenta de que sus ansiedades son sombras inexistentes y sus miedos puras quimeras, hijas de la mente; darse cuenta de que está dramatizando episodios insignificantes y de que se está atormentando por pesadillas sin fundamento.
Todo lo que nosotros resistimos mentalmente, lo transformamos en enemigo. En la medida en que yo resista esta figura, color, estatura, memoria deficiente, inteligencia mediocre… me transformo en enemigo de mí mismo y comienzo a avergonzarme, acomplejarme, entristecerme; y avergonzarse equivale a castigarse a sí mismo, constituyéndose en víctima y verdugo de sí mismo; y esto sucede porque mi mente rechaza y hostiliza algo. En el momento en que resistimos mentalmente cualquier hecho o cosa, nos metemos en una angostura en la que el alma experimenta una sensación de ahogo, aprieto o asfixia. Es la angustia. ¡Cuánta rebelión interior! ¡Cuánto sufrimiento!
Ignacio Larrañaga - El Arte de ser feliz
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