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La sed de Dios

La sed de Dios nunca nos deja en paz, aunque siempre nos deja la paz: una sed tan misteriosa que, cuanto más se sacia, más insaciable se torna, como aquella zarza que siempre ardía y nunca se consumía.

18 de marzo

El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga



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