La primera exigencia del amor es respetarse mutuamente. El otro es un mundo sagrado, y como sagrado no sólo merece respeto, sino también reverencia. Lo primero que sabemos es que no sabemos nada del otro, porque el tú (así como yo también) es un universo esencialmente inédito e inefable, y la actitud elemental ante lo desconocido es, cuanto menos, la del silencio. El respeto incluye dos actitudes, una interior y otra exterior: presupone primeramente venerar el misterio del hermano, con un trato de cortesía, como quien venera algo sagrado. En segundo lugar, implica no meterse con el otro, no pensar mal, no hablar mal, cubrir las espaldas del hermano ausente con el manto del silencio.
9 de septiembre
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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