Señor Jesús,
llamaste “amigos” a los discípulos
porque les abriste tu intimidad.
Pero, ¡qué difícil es abrirse, Señor!
¡Cuánto cuesta rasgar el velo del propio misterio!
¡Cuántas trabas se interponen en el camino!
Pero se bien, Señor, que sin comunicación
no hay amor
y que el misterio esencial de la fraternidad
consiste en ese juego de abrirse y acogerse
unos a otros.
Hazme comprender, Señor, que fui creado
no como un ser acabado y encerrado
sino como una tensión y movimiento
hacia los demás;
que debo participar de la riqueza de los demás
y dejar que los demás participen de mi riqueza;
y que encerrarse es muerte
y abrirse es vida, libertad, madurez.
Señor Jesucristo, rey de la fraternidad;
dame la convicción y coraje de abrirme;
enséñame el arte de abrirme.
Rompe en mí los retraimientos y miedos,
bloqueos y timideces
que obstaculizan la corriente de la comunicación.
Dame la generosidad para lanzarme sin miedo
en ese juego enriquecedor de abrirme y acoger.
Danos la gracia de la comunicación, Señor Jesús.
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