La esencia misma de la historia es el pasar. Hace trescientos años vivía en esta ciudad una generación con sus dramas y pasiones. Hace doscientos años otra generación con sus propios dramas. Ahora otra. Dentro de un siglo, otra. Pasan las generaciones arrastrando cada una sus dolores y alegrías al abismo del silencio. Un día también pasará la ciudad, llevándose a hombros su carga histórica, como sucedió con Babilonia, Nínive, Tebas... Ilusiones, apasionamientos, fantasías, proyectos…todo es inexorablemente arrastrado al océano de la inexistencia. ¿Para que sufrir por cosas que hoy son y mañana no son? Todo es sepultado en el templo del silencio igual que los ríos son sepultados en el mar. Deja que los fenómenos nazcan, brillen y desaparezcan como las luciérnagas. Dios nunca pasa. Instálate firmemente en esa roca y… se feliz
31 de agosto
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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