Era el día 9 del mes de Nisán, día de la entrada mesiánica del Nazareno bajo los arcos de la Capital. ¿Quién entiende a Jesús? A lo largo de los días de la evangelización, el Pobre parecía sentir casi pánico a la sola mención de la palabra Mesías. Había sofocado de manera sistemática cualquier brote de efervescencia popular que se propusiera proclamarlo como Mesías. Había llamado enérgicamente al silencio a los sordos y ciegos que, una vez curados, querían confesarlo a gritos como Hijo de David, título mesiánico.
Y ahora, precisamente ahora, cuando sabía que el Sanedrín había dictado contra él sentencia de muerte y orden de arresto; ahora que los espías y sumos sacerdotes estaban al acecho, buscando cualquier pretexto para acusarlo ante los romanos; ahora, precisamente cuando la nación entera estaba congregada para la Pascua, delante de las autoridades religiosas y militares, promueve, o al menos permite, esta gran manifestación mesiánica.
¿Qué pretendía el Pobre con esta solemne entrada en Jerusalén? ¿Era un gesto simbólico? ¿El cumplimiento literal de los vaticinios proféticos? ¿Una parábola en acción mediante la cual se proponía transmitir una enseñanza? ¿Quería precipitar los acontecimientos? Al saber que todo estaba perdido, ¿quería lanzar una tremenda apelación nacional con hechos y palabras, con signos y portentos, con el fin de provocar una conversión masiva, una reacción nacional, forzando al país entero a ingresar en el Reino que anunciaba? Sabiendo que su martirio era un hecho y su vida "perdida" y "ganada", ¿quería ordenar los acontecimientos de tal manera que el martirio redentor tuviera lugar, como una solemne puesta en escena, en una fecha significativa, ante la nación entera y en presencia de las autoridades?
La entrada triunfal, ¿fue una reacción completamente espontánea de las multitudes? El Cuarto Evangelio viene a indicar que la escena mesiánica fue espontánea, improvisada: "Encontró un asno y montó en él" (Jn 12,14). El mismo Cuarto Evangelio nos informa también de que los discípulos no comprendieron, no vieron en lo sucedido ningún cumplimiento de profecía alguna (Jn 12,16). Los sinópticos, en cambio, traen una narración más elaborada: por lo visto, a la entrada de Betfagé fue dejado en la calle un asno, atado a la entrada de una casa, para ser entregado a quienes dieran esta contraseña: "El Maestro lo necesita". Como hemos visto, por este tiempo Jesús se movía en una semi-clandestinidad, y por eso habría utilizado una contraseña en el caso presente; y aun es probable que Jesús hubiera estado preparando la escena y el itinerario desde la fiesta de la Dedicación.
Si aceptamos esta hipótesis, habría habido mucho más: Jesús no habría dejado nada librado a la improvisación, sino que lo habría preparado todo calculada y silenciosamente. Y así habría dispuesto y organizado los acontecimientos de tal manera que la entrada mesiánica, la purificación del templo, la interpelación a la nación entera, la confrontación total y la caída del profeta coincidieran con la solemne Pascua y con la congregación nacional.
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