De ahora en adelante, dijo Jesús, los judíos y los romanos, los samaritanos y los asirios son hermanos. De nada valen ya las coordenadas genéticas y las leyes de la consanguinidad. Cayeron para siempre las fronteras de las naciones, y será reducido a cenizas el nombre sagrado de patria, y el viento esparcirá sus cenizas por todos los continentes. Ya no se construirán más torres sobre los huesos vencidos.
Ignacio Larrañaga - El Sentido de la Vida - 13 de febrero
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