Si, Padre poderoso y querido; desde el fondo más recóndito del océano de mi alma te alabo absorto y agradecido y exulto en un canto de esperanza. Si un día te atravesaste en mis planes y programas, si apagaste un momento la luz de mi llama, es porque, más allá del brillo de las cosas, de los aromas, de las flores que fenecen, hay otro mundo más hermoso que yo diviso, una Patria en la que nunca anochece y una Casa de Luz edificada sobre la paz eterna. En tus manos me pongo; haz de mí lo que quieras.
7 de junio
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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