Tanto para la sabiduría evangélica como para las ciencias humanas, el que se ama a sí mismo, y sólo a sí mismo, está destinado a la muerte, es decir, al infantilismo, solitariedad, infecundidad e infelicidad. Fue lo que le sucedió a Narciso, que de tanto mirarse y admirarse a sí mismo en el reflejo del agua del jardín, se descuidó, cayó y se ahogó. Símbolo trágico: el que siempre se busca a sí mismo está destinado al vacío y a la esterilidad.
12 de setiembre
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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