Amaneció, pero el día no cumplió su ciclo normal. El día de Jesús no llegó al crepúsculo, ni siquiera al atardecer, sino que fue bárbaramente abortado al mediodía. El hecho es que los poderosos de la tierra acabaron con el Pobre de Nazaret; pero no tendrían ellos la última palabra, porque el gran Aniquilado hizo trizas las mortajas con que le envolvieron, resurgieron desde sus despojos señorial y glorioso hasta el fin del mundo y más allá.
9 de octubre
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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