He conocido innumerables personas hundidas en el abismo de la frustración. Por los días de su juventud comenzaron a soñar en los más altos ideales: felicidad conyugal, santidad, éxito profesional, política… Pasaron los años. Por largo tiempo lograron mantener en alto la antorcha de la ilusión. Luego, paso a paso, fueron sintiendo y comprobando la distancia que existía entre sus sueños y la realidad. Vieron cómo sus ilusiones se las llevaba el viento una por una… Hoy, a sus cincuenta o sesenta años, se les ve decepcionados, escépticos. Ya no creen en nada. Su ideal se convirtió en su sepultura. Porque no era un ideal, sino una ilusión. El ideal es la ilusión más la realidad.
2 de junio
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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