No es el caso del bosque y el árbol; el álamo, solitario en la meseta, crece y vive con mucha gallardía. No es el caso del antílope y la manada; el rumiante, perdido en la estepa africana, no se hace problemas para sobrevivir. Tampoco es el caso del cardumen y el pez; éste, solitario en las aguas profundas, no echa para nada de menos a su grupo. Muy distinto es el caso del hombre. El hombre es como un ser balanceándose entre abismos: la necesidad de ser él mismo, y la necesidad de ser para el otro, esencialmente mismidad y esencialmente relación.
29 de julio
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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