El Bautista era un hacha de guerra, tronchando cervices y golpeando en la raíz. Un hombre de semejante talante, por libre y temerario, resulta temible para los poderosos, quienes, para defenderse, reaccionan aprontando sus arietes de guerra para disparar y desmelenar las torres del profeta.
Ignacio Larrañaga - El Pobre de Nazaret
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