Cuando inicié la peregrinación en el seno de mi madre, cuando todavía no había claridad en mi mente, ni luz en mis ojos, la culpa me envolvió como una noche oscura, y todavía estoy de noche. La fragilidad me acompaña desde el primer momento, y hago lo que no quiero, y no puedo caminar por las rutas de la luz. Estoy amarrado a las cadenas de la impotencia. Dios mío, renueva dentro de mí el prodigio de la primera mañana del mundo. Pon en mí una nueva materia prima recién salida de tus manos.
2 de noviembre
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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