Desprendido de sí y de sus cosas, el corazón humilde entra en el seno profundo de la libertad. Le tiene sin cuidado lo que piensen o digan de él, y su morada permanente está en el reino de la serenidad. Nada tiene que defender, porque nada posee. A nadie amenaza y por nadie se siente amenazado.
17 de marzo
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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