La razón le dicta una cosa, la emoción otra. Desea mucho y puede poco. Lucha por agradar a todos y no lo consigue. Busca armonía consigo mismo, pero siempre está en tensión. Experimenta sensaciones desabridas, como la ansiedad, el miedo… y no sabe cómo ahuyentarlas. Su mente es, con frecuencia, una prisión en la que se siente atrapado y no acierta a salir de esa prisión. ¿Qué hacer? ¿Cómo hacer para llegar a ser dueño de su mente, de sí mismo?
28 de junio
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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