Dice el salmo: «Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles». En las raíces de la ternura descubrimos siempre la fragilidad; en ella nace, se apoya y se alimenta la ternura. Efectivamente, la infancia y el desvalimiento, y en general, cualquier género de debilidad invocan y provocan el sentimiento de ternura. No importa que te digan que eres polvo y humo. La ternura divina revestirá tus huesos carcomidos, y habrá esplendores de vida en tus valles de muerte. Miedo, ¿a qué? ¿Por qué llorar? Seremos envueltos en un manto de ternura.
11 de noviembre
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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