Se sufre mucho porque se resiste mucho, comenzando por detalles exteriores como medidas anatómicas, color, peso… no me gusta esta nariz, estas manos, estos ojos… Si algo de mi persona me avergüenza, me convierto en mi propio enemigo, estoy en guerra conmigo mismo. ¿Puedes alterar algo de eso? Hazlo. Si no puedes cambiar, ¿qué consigues avergonzándote, acomplejándote? Estás castigándote. Acéptalo y déjalo en Sus Manos.
9 de diciembre
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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